El domingo, día 26 de enero,
preparados de nuevo con nuestras mochilas, palos y demás enseres para emprender
un nuevo camino, salimos de la esquina de los herreros, unos en coche propio,
otros compartido, hacia El Chorro. El día estaba un poco frío al principio pero
cuando bajamos de los coches, el cielo despejado y el sol que nos acompañó todo
el día, fueron de agradecer. Empezamos nuestra ruta, a la que fuimos ni más ni
menos que cuarenta y siete ‘harcaleños’, en dirección Álora por la carretera de
El Chorro, abandonándola para subir por un empinado camino zigzagueante (pues
las fuertes pendientes hay que subirlas como un anciano para llegar a la cima
como un adolescente), que parecía no cansar a los niños. En la cima de la Mesa
nos esperaba el embalse de la Encantada conteniendo dos elementos: agua y un
potosí en forma de vistas. Éste fue construido a principios de los setenta,
siendo la segunda presa de Europa con esas características. Hay que coronar la
horadada montaña para ver el agua, pero la riqueza de las panorámicas es tanta,
que rebosa, haciéndose más rica cuanto más se sube. Y es que uno nunca acaba de
acostumbrarse a la impresionante sierra de la Humá. Llegados por fin al
magnífico embalse, hicimos una parada para desayunar, viéndose premiado el esfuerzo
de la subida. Seguidamente continuamos la marcha por la carretera en dirección
Bobastro, donde nadie desaprovechó cada estampa que nos regalaba la naturaleza
para tomar fotos. Tomamos una descendente senda a penas reconocible sin la
cuerda atada al árbol que la balizaba, llegando al fondo de una vaguada,
esperamos para reunirnos con el resto, mientras Juan Duarte con algunos de los
niños subía a buscar una de las casas cueva. Los gritos de los pequeños
exploradores nos avisó de que la habían encontrado. Así fue como descubrimos
una construcción difícil de imaginar ubicada allí. Sin embargo, llegaron a
vivir 294 familias repartidas entre todas ellas, según un catastro mandado
hacer por el Rey Felipe II en 1594. Algunas fueron habitadas por obreros de la
construcción de los pantanos, el Caminito del Rey y el salto de El Chorro hasta
los años setenta. La de Ginés, concretamente, consistía en tres habitaciones en
la planta baja, y dos en la segunda, con el suelo amenazando venirse abajo. En
la entrada tenía un horno de piedra, se distinguían aún dos bebederos y un poco
más apartado, un corral para animales domésticos. Todos disfrutamos recorriendo
cada rincón, imaginando cómo sería la vida en aquél apartado lugar. Cuando el
cansancio empezó a hacer mella, decidimos dejar la visita a las demás casas
para otra ocasión, retomando el camino de vuelta a los coches y completando un
itinerario a pie de once kilómetros. Como siempre, fue una ruta amena,
divertida y en buena compañía. Hasta la próxima!
Crónica: Eli Jimenez Dominguez
Fotos: Eli Jimenez y Juan Duarte.
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