El pantano no deja de ser un lugar
apacible muy conocido y disfrutado por ardaleños y visitantes. Sin embargo,
existe un mundo subterráneo del que depende en gran medida la vida del embalse
que vemos, al que no todos tienen acceso: se trata de las entrañas, del
entramado de túneles, máquinas y oficinas desde los que se asegura el buen
funcionamiento del sistema que hace posible que el agua retenida en las presas
pueda generar electricidad y llegue a multitud de huertas y hogares de la
provincia.
Gracias
a Luis Hidalgo Rengel,
de la Confederación Hidrográfica del Guadalhorce-Guadalteba, treinta y
cuatro socios de Harca tuvimos el privilegio de visitar y conocer de primera
mano el trabajo ingente que supuso la construcción de los embalses y la labor
continuada de modernización y perfeccionamiento del proyecto inicial para
salvar los múltiples escollos que a lo largo de los años han ido apareciendo en
una obra de tal envergadura. Y todo en aras de la seguridad y del correcto
abastecimiento a la población.
No
es este el lugar para reproducir la exhaustiva información que nos suministró
nuestro guía. Únicamente recojo algunos apuntes de los que más nos llamó la
atención. En primer lugar la diferencia estética entre la presa del Conde
Gualhorce (en honor al ingeniero Rafael Benjumea) y la del Gualhorce. Aquella
totalmente integrada en el paisaje, nos transporta a un ambiente de cuentos de
hadas al que la Naturaleza y el agua se encargan de añadir su toque personal. Es
una muestra de que la tecnología y el progreso no están reñidos con la belleza.
La visita comenzó en el centro
neurálgico de las presas, en las oficinas donde se registran todas las
incidencias diarias que puedan ocurrir, las mediciones de salinidad, las
cantidades de agua consumidas, el correcto funcionamiento de todas las máquinas
que sustentan el proceso.
Luego nos introdujimos en los túneles
desde donde se accede a todo el engranaje del sistema. Mejor no pensar en ese
momento la ingente cantidad de tierra y agua que teníamos sobre nuestras
cabeza.
A uno de los niveles se accede a través
de una empinada escalerilla. Alguien contó los escalones. En total rondaban los
400.
Terminado el paseo subterráneo, nos
dirigimos a la presa del Conde de Guadalhorce y nos deleitamos con los
caprichos que la naturaleza ha ido dibujando en las construcciones humanas.
Para acabar, pudimos admirar las
magníficas vistas que se abren desde el mirador de la Casa del Ingeniero, antes
de dar buena cuenta de un opíparo almuerzo en el restaurante El Kiosko.
Una vez más nuestro agradecimiento más
sincero a Luis por habernos acompañado y enseñado tanto en esta original
excursión a los pantanos de Ardales, que nos ha hecho valorar en su justa
medida el valor de nuestro paisaje y la importancia de los trabajadores que
como él, hacen posible que los embalses sigan cumpliendo la función para la que
fueron construidos.
Mª
Isabel Duarte Berrocal
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