El
pasado domingo 18 de mayo, Harca se encaminó a una nueva aventura: Visitar el
museo de Antequera, hacer una ruta por el Torcal y visitar también el museo de
Artes y Costumbres Populares de Alameda. Para emprender tan ardua tarea, nos
dimos cita en El Rinconcito de Tere con el fin de meternos entre pecho y
espalda un gran desayuno que nos diera fuerzas, ánimo y alegría para el camino.
Ya
con el estómago lleno, nos repartimos en cinco coches y partimos hacia
Antequera y en el camino, fue grata mi sorpresa al descubrir cúanto sabía de
geología nuestra recién fichada Ana Carolina Medina Cuenca, que nos fue
instruyendo sobre lo que ella, por amor al arte, había aprendido.
La primera visita fue al museo, al que entramos tras
la casi imposible tarea de encontrar aparcamiento en Antequera. Dividido en dos
plantas principales, y con un patio interior al estilo de los claustros de los
conventos, en la planta baja encontramos todo lo referente a la prehistoria y
hasta la Edad de Bronce, con la famosísima y maravillosa figura del Efebo de
Antequera, pasando por incontables inscripciones funerarias, restos de columnas
de la ciudad romana de Singilia Barba, cercana a Antequera, además de
innumerables objetos de decoración, abalorios, lámparas, recipientes...
En la
primera planta encontramos una gran cantidad de pinturas y grabados, me gustó
mucho ver un dibujo de Antequera muy parecido al nuestro, famoso para nosotros,
de Ardales del año 1564; pues supuse que, para el mismo trabajo que estaba
realizando, el mismo autor, Joris Hoefnagel, había pintado la ciudad de
Antequera en el año 1574.
Además
de estas pinturas, la planta estaba abarrotada de ropas y útiles de la liturgia
que habían pertenecido a personajes históricos como, por ejemplo, el Obispo
Fernández de Córdoba.
Una vez empapados de historia, nos pusimos en
camino hacia la sierra de El Torcal. Antes de comenzar nuestra ruta, visitamos
el museo interactivo que se encuentra en la entrada, donde se puede aprender un
poco y llevar una idea general de cómo son las características del paisaje que
íbamos a visitar. El recorrido no fue en absoluto fácil, salvando los tramos de
tierra llana y pisoteada, muy a menudo encontramos que teníamos que subir por
cañadas con estrechos lugares para colocar los pies, muy favorecedores de una
torcedura o un mal apoyo. No obstante, el lugar nos obsequiaba a cambio con una
belleza inimaginable, piedra y vegetación enzarzados de una forma imposible,
plantas agarradas a una pared de roca de manera que no se sabe cómo obtiene los
nutrientes, recovecos y escondrijos a lo largo del camino que nos hacían creer
que estábamos atravesando una escena de película. Silencio y preciosos cantos
de pájaros, zorros y tranquilas cabras monteses
que invitaban a la relajación y el disfrute de la naturaleza.
Por último, tras pasar a ratos calor y a ratos frío
entre las fantásticas y raras formas de las piedras de El Torcal, nos dirigimos
por la carretera de Córdoba al museo de Artes y Costumbres Populares situado en
el caserío de San Benito, perteneciente a Alameda pero que se encuentra junto a
la autovía que une Málaga con Córdoba. En este lugar disfrutamos de un ambiente
fiestero, pues se estaba celebrando allí una comunión, pero también rural, de
un tranquilo cortijo, con un precioso patio de naranjos, aperos de labranza y
piedras de molino por doquier, un restaurante en el que se respiraba el antiguo
trasiego de la tarea agrícola y una muy bien cuidada capilla, convertida en
exposición de objetos antiguos como máquinas de coser, enormes radios y hasta
un gigantesco gramófono.
En
este sitio disfrutamos de una merienda que, a aquellas alturas del día y
después de la caminata, nos supo a gloria, mitad por lo rica que estaba, y
mitad por la gente con la que se compartía.
Una
vez más, descubrimos que la grandeza de Harca se encuentra en la sencillez de
las cosas pequeñas de la vida, pero sin duda las más profundas e importantes,
las que más llenan el corazón y los sentidos.
Margarita Bravo Berrocal
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