El Calvario fue el lugar elegido para hacernos la foto grupal, tomar aire, contemplar las bellas vistas de nuestro pueblo y su entorno, y para que Paco diera unas pinceladas de las constelaciones y estrellas, antes de que estas empezaran a asomar por el cielo, aún nítido y con el sol aún sobre el horizonte.
De ahí y salvando la Loma de la Castaña, hasta desviarnos para coger un sendero que baja hasta las ruinas del Huerto Mingo.
En torno a su fuente de fresca y cristalinas agua, nos tomamos un refrigerio, mientras las sombras de la noche empezaban a envolvernos.
Lo que provocó que adelantáramos nuestra partida de tan bucólico rincón, porque teníamos que atravesar la parte que tenía más dificultad de la ruta, y queríamos hacerlo antes de que la oscuridad fuera completa.
La senda hasta enlazar con la carretera de El Burgo era estrecha y discurría entre las plantas propias del monte bajo, con una ligera cuesta abajo de unos pocos metros, en donde algunos se estrellaron, sin sufrir grandes destrozos hasta llegar a la carretera sanos y salvos.
Y allí Paco siguió contando estrellas, y otras empezaron a maquinar como iba a ser la próxima actividad de Harca: la cena de verano, que este año a tenor de lo escuchado va a ser muy divertida.¡Pero eso no lo voy a desvelar, para que sea una sorpresa!. Insistencia, paciencia y resistencia. Tres palabras que explican el éxito de Harca.
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