Siendo las 9,30 horas de maitines de las calendas del 30 de mayo del año de nuestro señor Jesucristo de MMX, una tropa formada por 35 hombres, mujeres y niños, parten de Hardales y se dirigen a Hisn-Atiba. Son las huestes más aguerridas y osadas de cuantas tremolan el pendón del mágico Reino de Harca, por esos campos de Dios. Llevan una misión enmarcada en incursiones y correrías de la campaña de primavera.
Sitiar y comquistar el Castillo de la Estrella. Antes hay que infundir una moral de victoria y trazar las lineas estrategicas. El conocimiento del lugar y su historia son vitales para garantizar el éxito del asalto.
Todos ya unidos para siempre por sus hazañas y gestas en un celestial campo de batalla.
Estas visiones infunden y arman el alma de épica, y el guardián de la torre del homenaje, Domingo y Florido guia nuestros pasos por el interior. Amplias estancias, escaleras estrechas, humero donde se cocinaba, y quizás se preparaban pócimas y se recitaban conjuros o plegarías, en el nombre de Dios o en el de Ala.
En el ultimo eslabón y tras la reja, el caballero Negro, ordenes militares, la de Calatrava, la del Temple, la espada y la cruz. Comquistar, reconquistar, sangre y honor, gloria y miserias, pero siempre vida.
