lunes, 23 de junio de 2014

BAÑO EN EL CHARCO DE LA OLLA.

PRÓXIMA ACTIVIDAD DE HARCA: Baño en el Charco de la Olla. El sábado 28 de junio de 2014 a las 7 de la tarde saldremos andando desde la Esquina de los Herreros. Vamos a celebrar la llegada del periodo estival con un baño, (los que quieran), en tan emblemático charco, y después cuando caiga la noche cenaremos en la orilla del río bajo la luz de las estrellas.

jueves, 5 de junio de 2014

CRONICA RUTA TAJO DEL MOLINO - TEBA.

Día memorable, este del 1 de junio de 2014, y aventurero donde se ponga.
            La noche anterior descargó una tormenta de las buenas, de esas que hacen caer los canalones y arrastran por las calles piedras y arenas de las obras que se están haciendo. Pero el amanecer abrió espléndido, limpio y oloroso, como de la mejor primavera. Ingenuos de nosotros, no sabíamos la que se nos avecinaba (Ahora que lo estoy recordando pienso que no fue para tanto, pero en el momento se vivieron fuertes emociones, así que prosigo en la misma línea).
            El punto de arranque y el de llegada era el mismo: el Tajo del Molino en Teba (¡Y qué tajo!). Allí nos encontramos con el grupo senderista tebeño y con dos guías excepcionales: un profesor de geología, Antonio, que nos acercaría al cretácico y el jurásico y Pepe, un amante de la historia que nos pondría en contacto con la riqueza arqueológica de la comarca del Gualteba.
 Nada más partir pudimos ver una estela funeraria de propiedad privada perteneciente a un abuelo romano de 96 años, Lucio Aurelio Tebais, donde aparece por primera vez inscrito el nombre de la población.

 Desde una loma contemplamos la magnífica situación del territorio en torno al río, de lo que dan fe los numerosos asentamientos que allí se han producido: el opidum ibero del cerro de los Castillejos, la villa romana del Tesorillo, donde se ha encontrado también la importante necrópolis con tumbas visigodas.



 Enfilamos la cañada de Gonzalo Gil en medio de un imponente paisaje de monte bajo, salpicado de manojos de manzanilla, hinojo oloroso y nuestros suspiros que se escapaban resoplando por el esfuerzo de la subida. A esto hay que añadir que nuestro más joven caminante, Julio Juan, de solo 4 años, se comportó como un héroe y que aunque había que cogerlo a cuestas en algunos tramos, no se quejó ni una sola vez.



Llegamos a un llano y decidimos reponer fuerzas. Pero estando en ello comenzó a llover: estábamos justo debajo de un nubarrón acuoso que no tuvo misericordia de nosotros. Por más que nos protegimos acabamos como recién duchados. La bandera de Harca hizo lo que pudo cubriendo a algunos, pero no sirvió de mucho. Lo bueno era que nuestra trayectoria iba en dirección opuesta a la del aguacero y pronto, cuando empezamos la bajada por un camino que nos ofrecía unas vistas sensacionales de Campillos y la comarca, se levantó un leve vientecillo y luego un sol suave que nos fue secando y dando ánimos para aguantar las bromas de algunos: que si hasta el 40 de mayo no te quites el sayo, que si en agosto él llevaría una chaqueta por lo que pudiera pasar, y cosas así.
            Enfilamos hacia la fuente del Cañuelo y recorrimos un camino entre árboles que nos hizo desembocar en el valle del río de la Venta. Tanto en el cerro del Cañuelo como en el de la Horca se encuentra numeroso material bélico perteneciente a la edad del bronce, muestra de que ya empezaronnuestros antepasados a no llevarse bien.



Y por fín, después de comprobar en la multitud de fósiles marinos que quedaron atrapados en las piedras, que  aquello hubo un tiempo en que  no fue campo sino mar, y ver las “escamas” producidas por los cataclismos geológicos que nos separaron del estrecho de Gibraltar, nos encaminamos a la más alta aventura que vieron los tiempos y no verán los venideros: el paso por el Tajo del Molino, llamado así porque aún conserva un viejo molino harinero del siglo XVII que estuvo activo hasta el XX. Bueno, los israelitas pasando el mar Rojo se quedaron a la altura de nuestras botas. La imagen es de las que se queda en la retina: como el desfiladero de los Gaitanes pero con paso franco. Dos moles verticales protegiendo el río que fluía caudaloso y con sonido de alta fidelidad. Las palomas y otras aves entraban y salían de los múltiples agujeros horadados en la roca y yo personalmente sentí el vértigo de lo grandioso: mirar hacia arriba y ver cómo los pájaros hacían cabriolas en caída libre me estremecían. La meta estaba cerca, tanto que veíamos el puente desde el que habíamos partido pero surgió un inconveniente: había que cruzar el río porque por el lateral donde íbamos no había salida. Los más atrevidos dieron el salto y se llevaron consigo a Julio Juan, lo que obligó a su madre a saltar sin más remedio. El inconveniente residía en  que el salto no debía ser pequeño y en que la piedra donde había que aterrizar era redondeada y no muy grande, con lo que la posibilidad de dar un traspié y, ¡ay!, caer al agua no era remota. Todos cruzaron, unos con más acierto que otro que se dio en la rodilla, y cinco nos volvimos a deshacer el camino del río, con lo tortuoso que había sido, para enfilar el puente, la tierra prometida, desde lo alto del desfiladero, lo que aumentó en varios kilómetros y agotamiento la ruta inicial. Pero una vez hicimos cumbre nos dimos cuenta de que el esfuerzo no había sido inútil, pues las vistas desde allí eran magníficas y estábamos a la misma altura que las aves que tanta envidia me habían dado. El premio fue la contemplación de la Sima de Silex, un sumidero natural de la montaña y la bajada a la Cueva de las Palomas, fresca, umbría y en estudio, posiblemente conectada con la sima.
            El resto fue bajar, cantar y contar las anécdotas de los dos grupos: uno de ellos, invitado por un amigo de Teba a unos vinos en su casa mientras esperaban nuestra llegada.
            Mereció la pena, por la afectuosa acogida de nuestros vecinos, por las instructivas explicaciones de nuestros guías, por el paisaje, por la lluvia y porque nos cargamos de energía para el resto de la semana. O para la tarde, en que Julio Juan se puso a jugar al fútbol como si tal cosa hubiera hecho. Niñez, ¡quién te pillara!
 

Crónica: Maria Isabel Duarte Berrocal..
Fotos: Antonio Bernal Martin y Juan Duarte Berrocal.