domingo, 10 de julio de 2022

 


HARCA.

VISITA A LA IGLESIA DE NTRA. SRA. DE LOS REMEDIOS. ARDALES. 26/6/2022.


Guió don Quijote, y habiendo andado como docientos pasos, dio con el bulto que hacía la sombra, y vio una gran torre, y luego conoció que el tal edificio no era alcázar, sino la iglesia principal del pueblo. Y dijo:
—Con la iglesia hemos dado, Sancho.

Harca no dio ni topó -al decir de otros- con la iglesia; ni mucho menos nuestro guía para la ocasión, Juan Duarte, la confundió con alcázar ninguno, y hubiera sido fácil, pues la iglesia que visitamos está al pie del castillo de la Peña de Ardales. Esta fue una visita perfectamente planeada para conocer otro de los muchos hitos históricos, artísticos o naturales que hacen de Ardales un municipio único, pues si bien es cierto que casi todos los pueblos tienen su iglesia de más o menos mérito, pocos pueden ofrecer a su vecino o al viajero ocasional una de las más antiguas (1468) iglesias de la provincia de Málaga, un convento que fue núcleo principal de capuchinos, la cueva con las pinturas rupestres datadas como las más tempranas del mundo, un desfiladero imponente con su pasarela que hizo digno de reyes pasear por él, un puente romano que, aunque modesto, sigue en uso pese a riadas y otras embestidas de la naturaleza, o una iglesia excavada en la roca por visigodos o mozárabes hace más de mil años.


La visita la hacemos temprano, veinticuatro socios de Harca y en el interior, Juan Duarte y Paco Ortiz nos explican, complementados pero no al alimón, algunos de los hechos memorables habidos en sus cinco siglos y medio y que sus muros han contemplado, como la construcción primero de la nave central, con su impresionante artesonado de cedro del Líbano tratado con perfumes y otros aditamentos que han hecho que aun hoy se vea nuevo; las evidencias de una cripta hoy inaccesible y sobre la que se especula dónde pueda hallarse la entrada; el cobijo que dio a los ardaleños durante la tormenta, que podía ser la del fin del mundo y que derivó en el milagro del Cristo de la Sangre. No carece de interés que la cúpula de una de sus capillas descanse sobre muros que forman un polígono de trece lados, seguramente fruto más de la escasa formación matemática de albañiles y capataces que mensaje cristalográfico de logias o sociedades secretas. Y para terminar Juan Duarte nos explica la representación de la Divina Pastora, sin que haya un lobo, componente básico de tales imágenes, aunque tal vez el lobo esté disfrazado bajo la piel de esa oveja de patas más gordas y mirada esquiva que se sitúa junto a la Virgen. No importa si es un lobo disfrazado con piel de cordero o no, porque todos llevamos dentro nuestro propio lobo y es tarea de la persona cabal dominarlo o, mejor, amaestrarlo como perro fiel que nos proteja.






  Después, visitamos la casa de Patricio, un estadounidense que apareció por estos lares hace unos cuarenta años. Entonces, se marchó a navegar y cuando se cansó de los siete mares, todos iguales con su horizonte curvo perfecto, todos distintos a cada playa, cala, ensenada, volvió para quedarse. Tal vez sea necesario que venga un forastero para poner en valor la arquitectura popular de cualquier sitio. Todos admiramos su casa que, en el fondo, es una fotografía de las casas más humildes de hace algunas décadas, casas que, con independencia del tiempo de su construcción, han ido desapareciendo sustituidas por otras más cómodas. Y es normal, porque tiempos nuevos acarrean necesidades distintas y es el que ve aquello a lo que no está acostumbrado el que puede valorarlo, porque su mirada no es rutinaria, y puede seguir sorprendiéndose. Nadie es profeta en su tierra.




Para mí, el descubrimiento en esa casa fueron las pinturas de Mari Ángeles. No sé nada de arte, pero si una obra artística tiene que producir emoción, esos cuadros lo son.

Para acabar esta mañana intensa, nos fuimos a desayunar a la cafetería de Engracia. ¿También os pasa que la comida sabe mejor en buena compañía?


 

Crónica: Juan Manuel Bernal Berrocal.

Fotos: Juan Duarte Berrocal.