El sábado veintitrés
visita larga a Archidona,
organizada por Harca,
empezando por la loma
de la ermita y el castillo
y acabando en la parroquia.
Aunque quedamos citados
en Escua, fua bien donosa
la marcha desde este bar
al comienzo de la cosa,
digo yo, a la carretera
empinada y tortuosa
de la ermita de la Virgen
de Gracia, con vista hermosa
al pueblo y us aledaños,
montañas y tierras todas.
El acceso por demás
no fue camino de rosas,
porque aparte de pendiente
tuvo estrechez peligrosa:
las orejas de la mula
y el barranco de la novia,
pasando de Santo Cristo
hasta la ermita remota,
donde se empezó contando
la leyenda más famosa
de los dos enamorados
que allá en su peña reposan:
Tello, el galán cristianado,
y Hardama, la novia mora,
perseguidos por un padre
que a su hija no perdona
que se prendase de pronto
del valiente al que custodia.
Luego llegó bien dispuesta
y de agradable persona
la guía de la excursión,
de lengua justa y sabionda.
Subiendo unos escalones
de la ermita en la corola
entramos, y desde allí
-arcadas y vistas todas-
disfrutamos la mezquita
que tomó la banderola
del buen don Pedro Girón
que quiso ceñir corona,
y es hoy cuando, singular
y única, se valora
como joya inestimable
y completa de la mora
arquitectura eclesial,
de que es tesoro y patrona
la imagen del siglo XV
pintada en sarga y hermosa.
Desde la ermita bajamos
a modo de batahola
hasta el pueblo: congregados
en la fachada barroca
con un toque de mudéjar
del convento de las monjas,
ya visitamos el templo
de mínimas silenciosas,
con rejas y locutorio,
cien imágenes devotas
y una que allí se destaca
por rara y por milagrosa,
que está tallada en un fuelle
salvado de la derrota
y quema que los herejes
infringieron en Sajonia
a las tropas imperiales
y sus insignias católicas.
Visitamos luego el vario
museo de la villa: una hora
de anaqueles y carteles
que cuentan la historia toda
desde las hachas de sílex
hasta la vida de ahora,
con cetro ceremonial
que el edificio acrisola
en su esbelta arquitectura
de Pósito, y sin demora
pasamos al Instituto
de Luis de Barahona,
edificio singular
y de escolapios otrora.
Nos fuimos a ver la plaza
ochavada, pura joya
del barroco, monumento
impar, que tiene una sola
cara repetida y tiene
varios siglos ya de historia,
centro y anillo del pueblo,
de fiestas y ceremonias
punto de congregación,
donde encierra la memoria
de cualquier archidonés
sus muchos días de gloria.
Tras el ganado descando
y el almuerzo en buena hora
nos dirigimos, al fin,
a la citada parroquia,
que nos llevó un docto tiempo
de explicaciones cuidosas
sobre el retablo barroco,
capellanías y todas
las imágenes que pueblan
-algunas muy bien famosas-
todas las capillas juntas,
que recorrimos en ronda.
Esta ha sido la excursión
cultural que Harca pregona
haber hecho con amor
al gran pueblo de Archidona.
Crónica: Maria Isabel Duarte.
Fotos: José Manuel Pin, Alfonso Martínez, Tere Paz y Juan Duarte.