Hay un proverbio que dice: "Que
quien las sigue las consigue". Y eso es lo que Harca hizo realidad el pasado domingo 7 de febrero cuando procedimos a la plantación de arboles. Esta actividad el año pasado no se pudo realizar, porque el tiempo no acompañó, pero esta vez el cielo fue benigno con nosotros y nos regaló un esplendido día, en este lluvioso invierno. Hubo tregua, para que las 35 personas que asistimos al evento,
disfrutáramos de una jornada en estrecha comunión con la naturaleza.
Paseando por la carretera, en animada charla, recorrimos los 2
Kms. que
separan el pueblo de el Puerto Mayordomo.
Allí nos esperaba un suculento desayuno a la vieja usanza, café de cebada, molletes con aceite o con chorizo o tocino,
asados en una candela hecha en m
itad del campo.
Adquiridas las
energías suficientes y provistos de nuestras buenas
azoletas y ya en los terrenos del estado, nos esparcimos monte arriba para sembrar cerca de un centenar de pinos carrascos y acebuches.
Para algunos mayores, veteranos en estas lides, fue como retraernos en el tiempo y recordar episodios de nuestra juventud primera y para los niños, una experiencia nueva y una lección para que empiecen a valorar y respetar el medio ambiente.
Y es que desde Harca hemos hecho la firme apuesta por conjugar naturaleza y cultura, como el mejor legado que podemos trasmitir a nuestros hijos.
Fotos: Francisco Berrocal
GómezCrónica: Juan
Duarte Berrocal.
Hay un proverbio que dice: "Que quien las sigue las consigue". Y eso es lo que Harca hizo realidad el pasado domingo 7 de febrero cuando procedimos a la plantación de arboles. Esta actividad el año pasado no se pudo realizar, porque el tiempo no acompañó, pero esta vez el cielo fue benigno con nosotros y nos regaló un esplendido día, en este lluvioso invierno. Hubo tregua, para que las 35 personas que asistimos al evento, disfrutáramos de una jornada en estrecha comunión con la naturaleza.
Paseando por la carretera, en animada charla, recorrimos los 2 Kms. que separan el pueblo de el Puerto Mayordomo.
Allí nos esperaba un suculento desayuno a la vieja usanza, café de cebada, molletes con aceite o con chorizo o tocino, asados en una candela hecha en mitad del campo.
Adquiridas las energías suficientes y provistos de nuestras buenas azoletas y ya en los terrenos del estado, nos esparcimos monte arriba para sembrar cerca de un centenar de pinos carrascos y acebuches.
Para algunos mayores, veteranos en estas lides, fue como retraernos en el tiempo y recordar episodios de nuestra juventud primera y para los niños, una experiencia nueva y una lección para que empiecen a valorar y respetar el medio ambiente.
Y es que desde Harca hemos hecho la firme apuesta por conjugar naturaleza y cultura, como el mejor legado que podemos trasmitir a nuestros hijos.
