Carril de los Jimenez, grupo de expedicionarios puestos una vez más a fundirse con la naturaleza y dejarse acariciar por la brisa y el cálido sol de primavera.
Castillo Turón y su sombra a nuestros pies, añoranza de los tiempos pasados, pero también infinita paz entre sus viejas piedras.
Los romerales y los murmullos del bosque, el lenguaje de sus criaturas y de sus silencios.
Ascenso entre un mar de colores, cruz de caminos y el cerro del Rey, nuestro cotidiano y entrañable reino, Ardales, sierra de Alcaparain, el valle del Turón, los pantanos, las míticas Mesas de Villaverde.
¡ nuestro hábitat natural ¡
Se inicia el descenso y el manantial de Garzón nos espera con sus dulces aguas.
Cobijados bajo la sombra, llega el momento de alimentar el cuerpo,el espíritu esta saciado.
La marcha continua sin prisas y con cuantas pausas creemos necesarias, una más se hace cuando conectamos con el carril del Aduar, el calor aprieta.
Pero pronto estamos en la fuente de San Ignacio, con sus cuatros caños y aguas ligeramente sulfurosas que a algunas le sirven para refrescarse sus cansados pies.
La marcha continua sin prisas y con cuantas pausas creemos necesarias, una más se hace cuando conectamos con el carril del Aduar, el calor aprieta.
Pero pronto estamos en la fuente de San Ignacio, con sus cuatros caños y aguas ligeramente sulfurosas que a algunas le sirven para refrescarse sus cansados pies.
En el mismo arroyo del Aduar, muy cerca, el histórico manantial del pozo, en donde, como todo buen manantial que se precie, no pudo faltar una ninfa, que para nuestro regocijo captamos con la cámara.
La ruta terminó en el pilar de la antigua herrería, más agua y otra vez la ninfa cruzándose ante nuestro objetivo, si no fuera porque las imagenes están ahí, diría que todo había sido un espejismo.
La ruta terminó en el pilar de la antigua herrería, más agua y otra vez la ninfa cruzándose ante nuestro objetivo, si no fuera porque las imagenes están ahí, diría que todo había sido un espejismo.
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