viernes, 19 de febrero de 2016

CRÓNICA DE LA RUTA, SENDERO DE LA ERMITA-CORTIJO DEL HOYO




CRÓNICA DE LA RUTA: SENDERO DE LA ERMITA-CORTIJO DEL HOYO. Pese a que todos los mapas del tiempo pronosticaban para el domingo 14 de febrero un panorama meteorológico de lo más desapacible, con vientos huracanados, lluvia y frío gélido, impregnados como estamos en Harca del espíritu aventurero, a las nueve de la mañana ya estábamos en la Esquina de los Herreros cubiertos con chubasqueros y provistos de paraguas, prestos a partir a la búsqueda de una nueva experiencia. En Harca no dejamos nada al azar y siempre contamos con plan B, y con un C si se tercia.Al llegar al aparcamiento del bar de la Ermita y como la mañana no estaba nada clara, ventosa, y con algún ligeros chubascos intermitentes, se decidió cambiar el orden previsto y refugiados en el interior de la ermita de Villaverde, Paco Ortíz nos deleitó una vez más contando de una forma amena e instructiva historias y anécdotas acerca del entorno y origen de la ermita, antes de empezar tuvimos un sentido y emotivo minuto de silencio en memoria de nuestro querido amigo y socio de HARCA: Francisco Berrocal Gómez, que ya camina por los senderos del Cielo.






Tras finalizar Paco su exposición, y como el día estaba haciendo conatos de abrir, decidimos iniciar la ruta por el sendero que nos llevaría hasta el cortijo del Hoyo, pasando cerca de las casas-cuevas en un recorrido ascendente que alcanzó su máxima altitud al coronar el puerto del peñón del Cristo. Hay que decir en honor a la verdad, que hubo seis personas de cuyos nombres no quiero acordarme, que desertaron antes de empezar y escogieron darse un paseo por la carretera del Chorro, hasta llegar a la estación.

La imponente mole del peñón del Cristo era la cota en la que la vereda comenzaba a descender y a medida que bajábamos se iba divisando el entorno del Caminito del Rey. Cruzando un pequeño puente sobre el antiguo canal de agua,nos adentramos en la pista forestal que divide a los dos cañones del Desfiladero de los Gaitanes, y desde allí bajamos un poco más para llegar a las ruinas de lo que fue el cortijo del Hoyo, que estuvo habitado por la familia Lima Alba hasta principio de los años ochenta. Ocupado ocasionalmente por excursionistas, campistas y aventureros , una vez que quedó abandonado, dejaron en forma de pintadas y escritos sus huellas de su estancia entre aquellas cuatro paredes, algunas de dudoso gusto, pero otras de una poética y sensibilidad exquisita: "No llores por haber perdido el sol, porque las lágrimas te impedirán ver las estrellas". Fotos y fotos y vuelta retomando el mismo camino, pero a la inversa. En algunos tramos en donde no respaldaba, el dios Eólo soplaba con todas sus ganas. A medida que subíamos se contemplaban unas espectaculares panorámicas del Caminito del Rey. Cuando la ruta tocaba a su fin, fue cuando la lluvia empezó a arreciar, pero ya nos daba igual, el objetivo se había cumplido, y ahora lo que nos esperaba como recompensa para tan intrépidos aventureros era un buen arroz compartido en franca camaradería al calor de la lumbre.













A la comida, que como no podía ser de otra forma, se agregaron más socios, al final fuimos 30. Como otra vez había dejado de llover, y nosotros especulamos pocos con el tiempo, decidimos rematar la faena yéndonos al entorno de Bobastro, para ver un santuario de tres cruces que los eremitas que habitaron aquellos parajes desde finales del siglo VI dejaron grabado dentro de una pequeña cavidad rocosa. Allí arriba el viento se había convertido en huracán, y una fuerte ráfaga que sacudió las ramas de un pino casi provoca un accidente entre algunos de lo que estaban bajo su copa, y en donde Mateo fue el más agraciado con un ramazo en la nariz.. Certificado el origen autentico de las cruces eremitas por Paco Ortíz, dimos por concluida la jornada senderista-cultural. Retando a la climatología y con una satisfacción interior que nos anima a dar un paso al frente cuando llegue la próxima llamada de ese sueño que se cumple y que es, gracias a vosotros:HARCA.  
Texto y Fotos: Juan Duarte Berrocal

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