A medida que pasan los años, todas las cosas que sabes que un día no podrás hacer, adquieren un valor añadido antes de que inevitablemente pasen a formar parte del recuerdo.
Ni caminos tortuosos, ni tregua en la batalla contra el desaliento, ni cima que se nos resista si tenemos como alas el viento.
A ti que vives agazapada entre las sombras de la nostalgia, devorando tus sueños y quemando tus recuerdos en el altar de tu orgullo herido. Abandona la mansión del desencanto y bebe del vino del olvido en Alcaparaín.
A los cazadores de sueños, a los que aún no han perdido la ilusión por ilusionarse, a los eternos perseguidores de causas perdidas, a los que desafiando el paso del tiempo todavía, mantienen viva la llama, a todos los que cada alborear de primavera naufragan en Alcaparain.
Alcaparain, canto de sirena que nos seduce cada año y en su cumbre nos invita a sentirnos reyes sin coronas. Oda a la belleza natural que nos atrapa y ahoga de libertad.
A todos aquellos que aún no se balancean en la poltrona de la comodidad y la indiferencia y que se resisten a ser devorados por las fauces del consumismo y la rutina. a los eternos rebeldes, A los insaciables ilusos. A todos vosotros y a nuestro infinito Alcaparain.
Un largo camino no es el principio ni el fin. La cumbre enaltece, no hay vértigo ni miedo, solo la emoción de fundirse con el paisaje. A ellas y su eterno femenino, por ser el faro que ilumina a la luz.. Textos: Juan Duarte.
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