martes, 11 de julio de 2017

BAÑO EN EL CHARCO LA OLLA- CRÓNICA.





 Un año más, y coincidiendo con el comienzo del verano, desde Harca organizamos el baño en el Charco la Olla. Una actividad que invariablemente forma parte del calendario de nuestra Asociación. Y aunque el formato es el mismo, en cada ocasión las sensaciones son diferentes siempre. Los participantes cambian de un año para otro y se suelen agregar personas que no son de Harca, y que así tienen la posibilidad de conocernos. A las 7 de la tarde del 1 de julio nos citamos en la Esquina de los Herreros. Con el sol en todo lo alto del horizonte, pero acompañado de un viento de levante que venía fresco, iniciamos la caminata lo que hizo que fuera más grata..Entre fotos,conversaciones y contemplaciones del árido paisaje del verano a través del carril del Molino de Enmedio, nos adentramos en la ribera del río Turón, tras haber cruzado el lecho seco del arroyo de los Majadales.




 Practicamente casi sin darnos cuenta, (no son más de 2 kms.), nos dimos de bruces con el mítico Charco, que a estas alturas tiene aún un buen caudal de agua que corren entre las piedras que forman un pequeño dique, alfombrado por las características plantas de río: juncias, mastuerzo, zarzas, metas acuáticas, adelfas... conformado un conglomerado de colores y olores. Invariablemente, como un ley no escrita, en este punto los que piensan bañarse se desprenden de sus ropas y se adentran en el río por la chorrera, que es el lugar más asequible, mientras los que no quieren resfrescarse, ni quitarse el polvo del camino, continuan un poco más adelante, para situarse en unas grandes piedras, que como privilegiada atalaya ofrece una vista general de este lugar tan encantador y cubierto de recuerdos de tantas generaciones de ardaleños.


 Este año y debido al fresco viento, fueron menos los que se atrevieron a sumergirse en sus aguas y algunos se conformaron con sumergirse solo las piernas. Aunque lo que si es cierto, que todos disfrutaron por igual.



 Después de algunas fotos más, dejamos atrás el Charco y nos fuimos ribera abajo en busca del comedor donde rendir cuentas de las viandas que cada uno traía preparadas. El mantel y las sillas como siempre eran verdes, el ambientador era de aroma de mentrasto y para no variar la música de fondo que nos pusieron fue la sinfonía del croar de las ranas, acompañados de los solos de las aves nocturnas. El techo oscuro estaba orlado por multitud de puntos de luz y un cuarto creciente de luna plateada.
Aunque no nos hubiera importado que el tiempo se hubiera detenido en ese momento, había que regresar bajo la noche clara...y en lo alto las estrellas. Crónica. Juan Duarte. Fotos: Mª Angeles Vera, Mª Isabel Rúiz y Juan Duarte.

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