domingo, 29 de julio de 2018

.CRONICA EN LAS AGUILILLAS.

Situado entre los valles del Guadalteba y Turón, en un promotorio de areniscas del Mioceno que se levanta unos 500 metros sobre el nivel del mar. La necrópolis prehistórica de las Aguilillas se descubrió a finales de los años ochenta y fue estudiada en 1991. Son siete estructuras funerarias excavadas en la roca que han conservado las cámaras sepulcrales y numerosos nichos a su alrededor. Algunas de ellas conservan los corredores de acceso. Se estudiaron más de dos mil piezas arqueológicas y una cincuentena de personas de ambos sexos y todas las edades, que fueron enterradas en estas sepulturas entre los años 2.100 y 1.900 antes de nuestra era. En un periodo de tránsito entre la Edad del Cobre y la del Bronce. Los enterramientos fueron siempre en segunda deposición (sólo los huesos) y con ellos se depositaron ajuares consistentes en vajillas de cerámicas, cuchillos de sílex y adornos personales (collares). Asimismo, se descubrieron una serie de objetos metálicos (puntas palmelas y punzones) junto a unos ídolos femeninos en piedra.

 Este fue el lugar elegido para hacer una marcha nocturna, que tuvo el valor añadido de coincidir con un eclipse de luna.
 Para poder ver las tumbas con luz del día salimos desde la Esquina de los Herreros a las 8 de la tarde, Todavía se sentían los efectos de una jornada de calor.En esta ocasión entre socios de Harca, y de otras personas que sin serlo son invitados para que nos conozcan, nos juntamos 33.

 La marcha se inició por un carril con suaves pendientes, y jalonados a un lado y a otro por un bosque de pinos en donde habitan personajes tan astutos como el de la foto
 O tan veloces y ágiles como estas;
 El sol se hundía en el horizonte. Y nosotros cerca de trasladarnos cuarenta siglos atrás. Ya en las Aguilillas, el que redacta esta crónica explicó para los que quisieron escucharle, lo que fue a lo largo de la historia el espacio que estábamos pisando.

 Después y en la entrada de las dos tumbas que miran al valle del Turón, cenamos y esperamos con ilusión desmedida en caso de los niños, y algo más comedida entre los mayores, la aparición en el firmamento de la luna de sangre.
 y fueron muchos los que trataron con sus móviles o cámaras de inmortalizar aquel momento, que fue realmente mágico en aquel lugar y con aquellas estampas.

 ¿repetimos?. Fotos y crónica: Juan Duarte.

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