martes, 5 de octubre de 2021

 

Visita al Museo Arqueológico Provincial de Málaga.

Domingo 19 de septiembre de 2019.


A las 10:40 horas, 15 miembros de HARCA nos encontramos en la entrada del Palacio de la Aduana de Málaga, un edificio grande que a finales del siglo XVIII estaba en la orilla del mar, que ha cobijado a bastantes órganos administrativos y policiales y que ahora acoge el Museo de Bellas Artes y el Museo Arqueológico en esta Málaga que hoy es una de las principales ciudades museísticas, lo que atrae a otro público que, sin renegar de espetos, pescaíto frito o vinos generosos, malagueños o no, también gusta de los placeres de la cultura de verdad, apartándose del dictado progre que, con la excusa de la uniformidad a la que eufemísticamente llaman globalismo, quiere clones. Hoy los valores clásicos forman el canon rebelde y no hay mejor modo de ser persona comprometida que ser individualista. Por eso acudimos a museos.

Los museos son las casas de las musas. Calíope, Erato, Euterpe…, se alojan en ellos y protegen la poesía, la música, la tragedia o la comedia, la danza… ¿Puede haber un museo de Historia o de Arqueología? Sí. Clío también quiere un hogar para ella. Pero si las otras musas son protectoras de las artes, ¿es la Historia una de esas artes?



No me cabe duda. En el Museo Arqueológico hacemos un recorrido de varios miles de años, e igual que en muchos “museos” de artes y costumbres populares se exhiben trébedes, hoces o pesas, en este también vemos instrumentos y herramientas de sílex o representaciones y fotografías de pinturas y grabados rupestres. Hay armas de guerreros, cazadores o campesinos, delicados frascos de ungüentos o perfumes y, para nosotros, los de Ardales y vinculados al pueblo, ciertas explicaciones de la cueva, un pequeño documental sobre Bobastro y un tesorillo de 499 monedas de plata del “tiempo de los moros”, a la vista de todos porque la codicia de su descubridor las rescató, sin querer, para todos nosotros Por el vínculo de la tierra, esas monedas cobran mayor valor para los ardaleños que los sestercios, ases y otras monedas de otros tiempos que también se exponen. Las lápidas funerarias y tapas de sarcófagos también nos enseñan que, como quien escondió o perdió las monedas, su anillo u otros objetos, solo estamos aquí de paso y que nada nos llevaremos. Con suerte, las cosas que apreciamos acabarán en un museo, aunque lo normal será que se pierdan para siempre y mejor que sea así, porque no queremos que nuestras casas con sus muchos chismes acaben sepultadas como las de Herculano, Pompeya o La Palma.




Es ahí donde se manifiesta Clío: la Historia nos enseña lo que ha sido no para que aprendamos de los errores del pasado, porque nos negamos a aprender, y así, igual que se desvaneció la democracia de Atenas, nos empeñamos en acabar con la nuestra porque creemos que ya lo tenemos todo. La lección de Clío, inmortal y eterna musa de la Historia, es que debemos dejar un bonito ajuar funerario para que cuando sea descubierto, se maravillen y digan que supimos vivir. Clío es la musa del arte de vivir.




Comimos en un restaurante del mercado del Carmen, en esos percheles de los que habló Cervantes. Allí se unen productos frescos con la tradición malagueña del pescado a un precio bastante aceptable. Finalmente, muchos del grupo visitaron la exposición del Centro de Arte Contemporáneo de Málaga. Yo no estuve, pero cuando después vi algunas fotografías lamenté no haber ido.

Un día interesante y divertido.






Crónica: Juan Manuel Bernal Berrocal

Fotos: Juan Duarte Berrocal

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