Visita
al Museo Arqueológico Provincial de Málaga.
Domingo
19 de septiembre de 2019.
A
las 10:40 horas, 15 miembros de HARCA nos encontramos en la entrada
del Palacio de la Aduana de Málaga, un edificio grande que a finales
del siglo XVIII estaba en la orilla del mar, que ha cobijado a
bastantes órganos administrativos y policiales y que ahora acoge el
Museo de Bellas Artes y el Museo Arqueológico en esta Málaga que
hoy es una de las principales ciudades museísticas, lo que atrae a
otro público que, sin renegar de espetos, pescaíto frito o vinos
generosos, malagueños o no, también gusta de los placeres de la
cultura de verdad, apartándose del dictado progre que, con la excusa
de la uniformidad a la que eufemísticamente llaman globalismo,
quiere clones. Hoy los valores clásicos forman el canon rebelde y no
hay mejor modo de ser persona comprometida que ser individualista.
Por eso acudimos a museos.

Los
museos son las casas de las musas. Calíope, Erato, Euterpe…, se
alojan en ellos y protegen la poesía, la música, la tragedia o la
comedia, la danza… ¿Puede haber un museo de Historia o de
Arqueología? Sí. Clío también quiere un hogar para ella. Pero si
las otras musas son protectoras de las artes, ¿es la Historia una de
esas artes?

No
me cabe duda. En el Museo Arqueológico hacemos un recorrido de
varios miles de años, e igual que en muchos “museos” de artes y
costumbres populares se exhiben trébedes, hoces o pesas, en este
también vemos instrumentos y herramientas de sílex o
representaciones y fotografías de pinturas y grabados rupestres. Hay
armas de guerreros, cazadores o campesinos, delicados frascos de
ungüentos o perfumes y, para nosotros, los de Ardales y vinculados
al pueblo, ciertas explicaciones de la cueva, un pequeño documental
sobre Bobastro y un tesorillo de 499 monedas de plata del “tiempo
de los moros”, a la vista de todos porque la codicia de su
descubridor las rescató, sin querer, para todos nosotros Por el
vínculo de la tierra, esas monedas cobran mayor valor para los
ardaleños que los sestercios, ases y otras monedas de otros tiempos
que también se exponen. Las lápidas funerarias y tapas de
sarcófagos también nos enseñan que, como quien escondió o perdió
las monedas, su anillo u otros objetos, solo estamos aquí de paso y
que nada nos llevaremos. Con suerte, las cosas que apreciamos
acabarán en un museo, aunque lo normal será que se pierdan para
siempre y mejor que sea así, porque no queremos que nuestras casas
con sus muchos chismes acaben sepultadas como las de Herculano,
Pompeya o La Palma.

Es
ahí donde se manifiesta Clío: la Historia nos enseña lo que ha
sido no para que aprendamos de los errores del pasado, porque nos
negamos a aprender, y así, igual que se desvaneció la democracia de
Atenas, nos empeñamos en acabar con la nuestra porque creemos que ya
lo tenemos todo. La lección de Clío, inmortal y eterna musa de la
Historia, es que debemos dejar un bonito ajuar funerario para que
cuando sea descubierto, se maravillen y digan que supimos vivir. Clío
es la musa del arte de vivir.
Comimos
en un restaurante del mercado del Carmen, en esos percheles de los
que habló Cervantes. Allí se unen productos frescos con la
tradición malagueña del pescado a un precio bastante aceptable.
Finalmente, muchos del grupo visitaron la exposición del Centro de
Arte Contemporáneo de Málaga. Yo no estuve, pero cuando después vi
algunas fotografías lamenté no haber ido.
Un
día interesante y divertido.
Crónica: Juan Manuel Bernal BerrocalFotos: Juan Duarte Berrocal